Ignorar nuestra historia nos condena

El país se encamina a romper rápidamente records inflacionarios que no se registraban desde hace más de tres décadas. Con algo más de 57% en abril y por arriba del 61% en junio, la “meta” del 70% anual de inflación está a la vuelta de la esquina. ¿Qué factores son los que impulsan esta aceleración? Casi todo nos conduce al abismo.

En primer lugar, la falta de horizonte. El acuerdo con el FMI está lejos de ser un programa consistente y creíble de consolidación fiscal y estabilización. El déficit vuelve a crecer -a pesar de la contabilidad creativa- y la política corre de atrás. La tasa de interés sube, pero no tanto por miedo a la recesión. Pagamos los costos de la aceleración nominal sin el beneficio de frenar la huida del peso. La devaluación se acelera un poco, pero se mantiene a distancia de la inflación por miedo a la inflación. O sea que se acelera la nominalidad sin frenar la apuesta contra el peso. Las tarifas se ajustan de a poco impulsando los precios regulados, pero se quedan cortas para reducir el desequilibrio fiscal que retroalimenta la inflación. Los fundamentos están mal, y van de mal en peor.

Ahora toca el turno a los salarios de “desanclarse”, tratando de ganarle a la inflación procurando fomentar la demanda (curiosamente, ¡al mismo tiempo que se traba la oferta!). Vale la pena recordar que la mitad de la población es informal o trabaja por su cuenta y por tanto sus ingresos no se mueven con las paritarias o con las leyes de salario mínimo. Es una población con ingresos que van 15 puntos por debajo de la inflación y que enfrentará, desde ahora, más inflación. Los bonos que reciba no alcanzarán para compensar sus ingresos reales disminuidos, a menos que los bonos se repitan indexados cada dos meses o todos los meses, maximizando así la dominancia fiscal sobre la política monetaria.

Pero tampoco la otra mitad de la población – asalariados privados formales y empleados públicos- podrán escapar a la pérdida de ingresos, ya que cuando la inflación supere el 7 u 8% mensual empezarán a notar con claridad que no basta con indexar los salarios mes a mes. Con crudeza verán el proceso de desintegración salarial dentro del mismo mes: a menos que coloquen su sueldo a interés en cuanto lo cobran. En ese momento la huida del dinero se acelerará. Tal como se anticipa en estos días, la solución “mágica” de los políticos –en lugar de resolver los fundamentos- será la de empezar por acortar los periodos de ajuste salarial, y seguir luego acortando los periodos de pago (cobrar dos, tres o cuatro veces por mes). Ello marcará la última etapa del proceso de huida desordenada del peso, un viaje hacia el abismo.

Lo anterior podrá sonar apocalíptico, pero quizás convenga recordarle al lector que los argentinos ya pasamos por esto. La discusión acerca de este proceso de “pulverización de los ingresos” ya la planteamos a mediados de los ’80, al mismo tiempo que lo hicieron otros economistas en forma independiente en Israel, llevando en ese caso a un severo programa de estabilización que en Argentina tuvo que esperar a la Convertibilidad. ¿Habrán aprendido nuestros líderes políticos algo de las lecciones de nuestra historia, o será que prefieren escapar para esconderse en el pasado?

Disfruten nuestros Indicadores de Coyuntura.


Juan Luis Bour

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