La madeja enredada de la economía y la política mundial: un desafío para el desarrollo

La síntesis de análisis económicos disponibles augura una década mediocre para el desarrollo a partir de un mal año 2023. Hay mucho en juego porque el conflicto en Ucrania ha generado nuevos riesgos para la economía mundial y, en el mediano plazo, las disidencias entre las principales economías del mundo (Estados Unidos, China, Unión Europea) pueden ser muchas. Los países en desarrollo deben reformular sus estrategias internas para no quedar atrapados en escenarios desfavorables a sus intereses.


Desde mediados de 2022, el panorama mundial mostraba una desaceleración del crecimiento de los países en desarrollo, que involucraba como factor principal una marcada menor tasa de crecimiento de China. En el mundo desarrollado, la política macroeconómica de control de la inflación como fenómeno emergente, también había llevado a sus economías a una tasa de crecimiento muy moderada. Sobre el fin del año, los pronósticos internacionales disponibles anticipan que la normalización de la actividad mundial demorará bastante en el tiempo. En el corto plazo, 2023 transcurriría con una tasa menor a la de 2022. Los países avanzados del G7, por ejemplo, seguirán estancados. El mayor crecimiento se registraría en Asia y África. América Latina, según CEPAL, crecería en torno del 1,4%, un tercio de su nivel de 2022. Los factores que juegan en contra de la reactivación, como se verá, son de tenor muy variado.

Un primer factor relevante se refiere a las políticas macroeconómicas de los principales países en Occidente. Éstas mantendrían el sendero de aumentos de la tasa de interés hasta casi mediados de 2023, debido a la necesidad de reducir el impulso inflacionario que dejaron la expansión monetaria y fiscal durante la pandemia y el aumento del precio de las commodities de energía tras la invasión rusa a Ucrania. La inflación internacional caería a menos del 6%, luego de un pico en 2022 mayor al 8%. También el dólar, como moneda de cuenta, perdería parte de su fortaleza y se recuperarían el Euro y el Yen. Sin embargo, se espera que la moneda estadounidense se mantenga cotizando más alto que en el pasado reciente.  También se estima que el contraste entre una mayor tasa de interés internacional con caída de la inflación y el crecimiento global, tendría un resultado alentador ya que se evitaría la estanflación y, salvo por el caso de China, se irían recuperando las tasas de crecimiento regionales.

Otros factores importantes como fuentes de amenazas al crecimiento mundial se vinculan a los desarrollos internos en China.  La reelección de Xi Jinping iría acompañada de un esfuerzo por retomar el crecimiento, aunque sobre bases diferentes, más orientadas a la actividad interna. Un anticipo de esa intención ha sido el cambio drástico de la política sanitaria, cambiando la estrategia de Covid-cero por una de autocontrol personal y vuelta a los puestos de trabajo. Las primeras noticias de ese cambio sugieren un dramático aumento de contagios y muertes al punto que el gobierno ha discontinuado su parte semanal que ya estaba sospechado de graves inexactitudes.  A la vez, China enfrenta problemas serios en su mercado de viviendas e hipotecas, que fue un factor importante de crecimiento en el pasado reciente y que hoy se presenta con desequilibrios de financiamiento a la demanda y sobreoferta de vivienda en algunas localizaciones.  Los diagnósticos indican que el exceso de promoción a la inversión residencial, comercial y de infraestructura ha llegado a una zona de rendimientos decrecientes. En los aspectos políticos, las tensiones entre China y Taiwán y entre China y Japón o Australia, también se mencionan en los análisis internacionales como factores de riesgo con consecuencias económicas.  Se anticipa que las tasas de crecimiento de China rondarían en el mediano plazo en torno de un 5%, debido a que el país ya ha superado la etapa de desarrollo “fácil” en la que puso en uso el factor trabajo que estaba vacante al inicio de los 80. Ahora las inversiones en capital y, sobre todo, en tecnología marcarían su nuevo ritmo de crecimiento, aunque sujetas a un mayor grado de incertidumbre al realizarse en una economía con orientación estatal, donde el capital privado ha venido sufriendo retrocesos, y donde los inversores anticipan cambios de planes públicos en el corto plazo.

Por último, las novedades del conflicto entre Ucrania y Rusia indican que las partes no están dispuestas aún a iniciar conversaciones. El esfuerzo de asistencia occidental a Ucrania se mantendría en 2023, a la vez que Ucrania no estaría dispuesta a ceder ninguna porción de su territorio. Por el lado de Rusia, se busca mantener la iniciativa mostrando, por ejemplo, la disposición de apoyo desde Bielorrusia, como su aliado más cercano. También se busca mantener el predominio sobre los territorios ocupados y, recientemente, anexados.  

En el mercado de commodities, los precios de la energía seguirán siendo un factor de incertidumbre importante, dependiendo de la política de los países productores ajenos al conflicto Rusia-Ucrania, como Arabia Saudita, por ejemplo. Para los alimentos, los precios internacionales irían cediendo, aunque lentamente, debido al fortalecimiento de la demanda que sigue habitualmente a un debilitamiento del dólar.

Sumado a estos aspectos del crecimiento mundial y sus factores, el comercio internacional también se ha ido normalizando, sobreponiéndose a las demoras en el tráfico marítimo que había causado la pandemia y la posterior invasión rusa a Ucrania. Una consecuencia aún presente en el comercio internacional es el aumento de los fletes internacionales, pero iría cediendo en 2023 debido al aumento de la disponibilidad de la oferta de carga. Sin embargo, el volumen del comercio de mercaderías en 2023 sería menor al de 2022 por retracción de la demanda mundial. En algunos análisis se anticipa que el riesgo de nuevos brotes de Covid en China podrían deprimir aún más ese volumen, teniendo en cuenta la apertura sanitaria de ese país combinada con una baja tasa de vacunación de su población. La Organización Mundial del Comercio ha hecho un pronóstico muy pesimista con una caída desde el 3,5% en 2022 al 1% en 2023.

Gráfico 1

Fuente: International Monetary Fund, World Economic Outlook Database, October 2022

Como puede apreciarse en el Gráfico 1, luego de la crisis financiera de 2008/9, el mundo retomó el crecimiento, aunque con un promedio de largo plazo más bajo hasta 2019 debido al menor dinamismo en las economías centrales. En 2020, la pandemia volvió a reducir el Producto mundial en niveles aún más significativos que los de la anterior crisis. La recuperación reciente muestra bastante debilidad por los factores antes comentados y los pronósticos internacionales coinciden en una tendencia de largo plazo similar o algo menor a la registrada entre 2011 y 2019, aunque con valores por debajo de la tendencia en el próximo 2023.

Para completar la interpretación de los pronósticos de crecimiento mundial del Producto y del comercio se requiere sumar al escenario descripto las tendencias de más largo plazo que ya se manifestaban en el mundo antes de 2020. En esa tarea y en el plano económico, hay dos factores dominantes de la discusión internacional que se han retomado, aunque con importantes modificaciones debidas, sobre todo, al conflicto bélico. El primero es el cambio del eje económico mundial hacia el Asia y la competencia económica y tecnológica entre los Estados Unidos y China, que se analizarán a continuación. El segundo, más relevante para la supervivencia del mundo, es el impacto del cambio climático y las negociaciones necesarias para abatirlo. También en ese capítulo, el conflicto en Ucrania parece haber acelerado los cambios, pero los principales países responsables, los Estados Unidos y China, se encuentran frente a una divergencia política en desarrollo. La importancia y complejidad de este tema con respecto a sus consecuencias sobre el comercio internacional aconsejan dedicarle una futura nota de esta sección.

El primer factor -movimiento del eje de crecimiento y comercial mundial desde el Atlántico Norte al Asia- hace referencia hoy a la competencia entre Estados Unidos y China. Ésta se ha puesto de manifiesto, recientemente, con las limitaciones de exportar semiconductores y otros materiales tecnológicos a China por parte del primero (octubre, 2022) y la aprobación de una política industrial orientada a favorecer la producción local estadounidense. Aunque los efectos sobre China de estas acciones son inciertos, algunos expertos indican que la necesidad de China de autoabastecerse de material estratégico no afectaría a sus programas de defensa, pero crearía retrasos en el sector privado, en particular, en el caso de los desarrollos de sistemas de inteligencia artificial. Con el mismo espíritu proteccionista, la Ley de Reducción Inflacionaria de Estados Unidos, de aprobación reciente, crea un sistema de preferencia de compra pública para autos eléctricos de producción local y subsidios a producciones “verdes”. La Unión Europea, atendiendo a este panorama, ha acelerado las negociaciones con los Estados Unidos para lograr un mejor tratamiento para su producción de autos eléctricos en ese mercado, a la vez que prepara una política industrial de similar orientación para su producción de semiconductores e hidrógeno “verde”.

Estas novedades confirman la ausencia de un apoyo importante al multilateralismo por parte de los países centrales. Por su parte, los países en desarrollo que cuentan con materiales estratégicos como el litio o el níquel podrían verse obligados a establecer negociaciones bilaterales en condiciones que no les resultarían del todo favorables.

Un aspecto adicional sobre la innovación tecnológica son los riesgos en los países democráticos referidos a las actividades de espionaje público y privado a través de teléfonos celulares o los desvíos no deseados de funciones digitales en los negocios y en la vida cotidiana derivados del uso de mecanismos de inteligencia artificial (IA). Actualmente, se estima que un 35% de las empresas globales utilizan algún tipo de tecnología IA, sobre todo para reemplazar la escasez de mano de obra calificada. Entre los países líderes en el uso de IA se encuentran los países europeos, los Estados Unidos, Canadá, China, Australia, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido Singapur.

Por último, no debería pasar inadvertido que, en este nuevo escenario de rivalidad tecnológica, los Estados Unidos acaban de anunciar su éxito en la producción de energía por fusión nuclear. Si bien, por el momento, se trata de un experimento de laboratorio, el resultado es tan importante que podría marcar en un horizonte entre 10 y 30 años la disposición de una fuente de energía sin emisiones de efecto invernadero y con mínimos residuos radiactivos de corto plazo de duración. Detrás del laboratorio norteamericano también se alinean los esfuerzos europeos, muy avanzados, en el mismo sentido. Lo revolucionario de este hallazgo es la posibilidad de eliminar la escasez de energía sobre bases limpias, modificando las bases de la economía productiva tal como la conocemos hoy.

Todos estos hitos de evolución y negociación entre países se desenvuelven afectados por los correspondientes factores políticos que son inescindibles de los económicos, aunque la necesidad de análisis haga conveniente su evaluación por separado. En el capítulo político algunas novedades son de mucho interés, como la prevalencia de una leve pero inesperada ventaja del Partido Demócrata en las recientes elecciones de medio término en los Estados Unidos y la continuidad del liderazgo de Xi Jinping en China. La mayoría de los analistas se vuelcan a anunciar el inicio de una nueva etapa dominada por la geopolítica y en rumbo hacia un mundo multipolar. Por el momento, sin embargo, la invasión de Rusia a Ucrania ayudó a los Estados Unidos al mantenimiento de su posición de líder de la Alianza del Atlántico Norte. Los países de esa alianza moderarán en los próximos años sus inversiones productivas para reacomodar sus gastos en defensa a niveles superiores a los actuales. Lo mismo ocurrirá con China.

En ese mismo plano político instituciones observadoras internacionales, como Freedom House, han documentado la pérdida de iniciativa democrática en los países en los últimos 16 años, aunque en los últimos dos, se han visto reacciones populares de resistencia a gobiernos autoritarios cada vez más importantes, como las recientes en Irán y China. También en Rusia avanzó la resistencia a la autocracia a partir del conflicto en Ucrania. Por último, la defensa de su libertad por el pueblo ucraniano es una avanzada de primer nivel en la manifestación popular por los derechos humanos entendidos en forma amplia.

Una de las razones por la que los analistas políticos creen que los líderes fuertes han ido ganando espacio es la situación de riesgos y amenazas al estilo de vida, los empleos y la rapidez de cambios que surgió como consecuencia de la nueva ola de cambios tecnológicos, manifestando la forma actual del nexo entre economía y política.

El capítulo de América Latina presenta una realidad semejante a la internacional, con un pronóstico de bajo crecimiento y cambios políticos en respuesta a las incertidumbres sociales. Brasil crecería muy poco en 2023, mientras Chile sería afectado por el bajo precio del cobre, debido a la caída generalizada de la demanda mundial. Algunos países se han movido hacia programas de mayor contenido social como Chile (alto nivel de desarrollo), Colombia y Brasil con el regreso de Lula da Silva. En las encuestas de opinión a expertos, se nota un desajuste entre lo que pasa en el mundo y las políticas económicas regionales. En el caso de la Argentina, se observa una desconfianza muy marcada en la formulación de la política económica que llevan adelante las actuales autoridades. Sólo en el caso de Uruguay la preocupación experta es por la competitividad y no por el grado de acierto de la política económica.

Los países en desarrollo de ingresos medios, y entre ellos el nuestro, encuentran en este escenario mundial un conjunto de limitaciones importantes. En primer lugar, la etapa de globalización que permitió su crecimiento se vería afectada por razones geopolíticas y la novedad de la invasión rusa a Ucrania retardaría la recuperación de la economía mundial de mediano plazo. En segundo lugar, los factores geopolíticos tendrán un mayor peso en las relaciones comerciales y de inversión.  La opción estratégica externa de estos países fluctuará, entonces, entre un extremo de alineación automática con alguno de los centros de poder político e impulso económico y, en el otro extremo, con insistir en la recuperación de un escenario multilateral mundial donde rijan las normas contractuales de la Organización Mundial del Comercio. Ese último escenario es el que acompañó el crecimiento mundial de los últimos 30 años. Sin embargo, en la situación actual los desvíos serán muchos y esta vez protagonizados por aquellos países que habían impulsado inicialmente las reglas y las instituciones del comercio. En consecuencia, en cada país en desarrollo, aparece la necesidad de reevaluar la estrategia externa para adecuarla a los tiempos. La próxima década será todo un desafío, pero los estados de la naturaleza también arrojan condiciones casi utópicas para el desarrollo, si se logran técnicas a escala para la producción de energía por fusión nuclear, como se comentó previamente.

El trámite necesario de revisión de la estrategia externa ya estaba claro desde antes de 2020 para el caso de la Argentina y del propio MERCOSUR. Quizás el nuevo año 2023, aunque de pobre pronóstico económico, abra un espacio para esta tarea.


Marcela Cristini y Guillermo Bermúdez

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