El persistente deterioro del mercado de trabajo

Con algunas excepciones, el empleo total crece todos los años, aun si la economía crece muy poco. Si bien la baja de costos laborales -por caída del salario real- es parte de la explicación de este fenómeno, la principal razón es que se crearon (y se crean diariamente) empleos de muy baja calidad que suman al empleo total. La necesaria restructuración del empleo no se logrará cristalizando normas regulatorias y tributarias que expulsan población hacia actividades de baja productividad.


El empleo total –medido a través de las encuestas de hogares de INDEC- crece todos los años, aun si la economía crece muy poco. Hay dos notorias excepciones que fueron las crisis de 2009 y 2020 en que el empleo total cayó. Durante las frecuentes recesiones de los últimos años, en cambio, el empleo se estancó durante un lapso corto (a mediados de los 90, en 2014 y en 2018) pero aun en esos periodos no cayó en forma apreciable. El gráfico adjunto, basado en datos de INDEC de cuentas nacionales y de las encuestas de hogares, revela, además, que la relación PBI a empleo no cambió mucho en los últimos 40 años (aunque hay dos periodos cortos de recuperación y moderado crecimiento: 1991/98 y 2004/08), de modo que la “productividad” del trabajo agregada se estancó.

Gráfico 1

Fuente: en base a datos de INDEC

Las razones para este comportamiento “casi siempre” expansivo son varias: por el lado de la oferta (o sea, de individuos que salen al mercado en búsqueda de ingresos), hay un crecimiento anual cercano al 1% que presiona más allá de cambios que puedan darse en las tasas de actividad –es decir, de cambios en la proporción de individuos que entran al mercado-.

La pregunta es: ¿dónde encuentra empleo ese flujo constante de nuevos trabajadores, en periodos de auge y en las recesiones mismas? La respuesta tiene varias componentes: una es la caída del salario real, ya que menores salarios reales (y por lo tanto menores costos laborales) pueden dar lugar a más espacio para trabajadores en el mercado. Eso sin duda explica parte del “dinamismo” del mercado laboral en los últimos 12 años en que la economía estuvo estancada, pues los salarios reales cayeron casi sin solución de continuidad. El índice para trabajadores formales (RIPTE) cayó poco más de 21% desde 2013 a 2021, mientras que el índice IVS de INDEC para trabajadores informales cayó alrededor de 25%. Esta baja de costos laborales, sin embargo, solo sirvió para compensar en parte las pérdidas de productividad del periodo y, en todo caso, explica que la baja de costos haya permitido mantener empleos menos productivos.

Gráfico 2

Fuente: en base a Ministerio de Trabajo, INDEC y FIEL

Por lo tanto, para entender el aumento del empleo (más de 11% desde 2013 a 2021) con un nivel de PBI que es menor (casi 5% inferior en 2021 al de 2013), hay que buscar otra explicación. No fueron solo los menores costos laborales, porque ello apenas “sostuvo” empleos menos productivos. La razón es que se crearon (y se crean diariamente) empleos de muy baja calidad que suman al empleo total, pero agregan poco al producto total (eso es lo mismo que decir que son menos productivos en promedio). El nuevo empleo hoy incluye mucho trabajo con bajo capital asociado (cuentapropistas e informales) o de escasa contribución al producto (asalariados públicos).

Este “rebote” de empleos de baja productividad -que explica el deterioro secular- explica también el rebote del empleo en 2021. Según los datos del sistema de pensiones, que solo toman en cuenta empleo “formal”, en el tercer trimestre de 2021 el total de empleados “formales” había crecido en el último año en 318 mil trabajadores. Esos son datos del universo total de registrados. Como la EPH permite estimar en ese mismo periodo un aumento de la población total ocupada urbana de 2.5 millones de personas (1.7 millones si solo consideramos la población urbana más reducida que releva INDEC), el resto del aumento del empleo (entre 1.4 y 2.2 millones) solo puede haber sido de carácter informal (tanto autónomo como asalariado). En particular, los autónomos e informales rebotaron fuertemente porque el empleo independiente e informal es casi la única forma de obtener un empleo fuera de la contractualidad que impone la legislación laboral argentina (la otra forma es “escapar” hacia el sector público).

En cuanto al sector publico mismo, la información también indica que hubo un aumento importante que contribuyó a limitar la caída del empleo agregado en 2020 y a generar un fuerte aumento en 2021. Si bien las encuestas de hogares y los datos del sistema previsional (SIPA) presentan magnitudes de variación diferentes, ambas fuentes coinciden en señalar el aumento de la nómina de empleados públicos desde mediados de 2020 a la fecha. Según los datos registrales del SIPA, en el tercer trimestre de este año hay unos 96 mil empleos adicionales respecto de un año atrás (3% de aumento), pero la EPH muestra un aumento de más de 11% a partir de los datos de la Tabla 1.5 del parte de INDEC y considerando el aumento de la ocupación total (lo que implica 363 mil empleos adicionales al extenderse a toda la población urbana). El crecimiento del empleo a tasas elevadas es consistente con el aumento del gasto salarial registrado a través de las planillas del Sector Público no Financiero: en el trimestre septiembre-noviembre de 2021, el gasto salarial nominal creció más de 76% anual, bien por arriba de la “normalización” salarial del periodo.

Los datos de 2021, que indican que solo 1 o a lo sumo 2 empleos de cada 10 que se crearon en términos netos pueden calificarse como “productivos”, están en parte contaminados por las medidas que se adoptaron durante la pandemia, y por lo tanto deben tomarse con cuidado. Entre esas medidas sobresale la prohibición de despidos y suspensiones, que limitó severamente la realización de ajustes de empleo asalariado formal privado en el periodo y por lo tanto redujo las necesidades de nuevo empleo durante el rebote. Pero dicha observación no puede ocultar un fenómeno de larga data que revela que el empleo asalariado formal se encuentra estancado independientemente de la evolución del ciclo económico. Y el crecimiento del empleo público –a un ritmo de 3% si se consideran los datos registrales, o del 11% si vamos a creerle a la EPH de INDEC- configura un escenario de rigidez fiscal creciente que condiciona la viabilidad de cualquier programa de estabilización, impulsa el deterioro de la productividad agregada (lo que reduce el crecimiento potencial del PBI), y provoca el desplazamiento de empleos que podrían asignarse al sector privado (el aumento del empleo público eleva el precio de reserva de la mano de obra, con lo que muchas actividades no pueden competir).

La restructuración del empleo no se logrará cristalizando normas regulatorias y tributarias que expulsan población hacia actividades de baja productividad. Se requieren cambios drásticos en esa normativa, en un ambiente económico que fomente la competencia y la formalidad. Estamos muy lejos de ello, y cada año que pasa consolida un mayor número de personas ocupadas en actividades precarias, o semiformales o “recontra” protegidas. Se va a requerir de mucha decisión política para dejar el confortable mundo de la “protección” que nos lleva a un declive persistente de la productividad y del ingreso medio de la población.


Juan Luis Bour

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