Un sendero (muy) sinuoso para instalar confianza

El sendero económico trazado a principios de la actual gestión muestra demasiados meandros que reducen el ritmo de recuperación de la confianza que se anticipaba para el segundo semestre, el momento del esperado “rebote en V”.

Por un lado, el equilibrio fiscal logrado hasta mayo se mantendrá según los primeros indicios disponibles hasta mitad del año -por lo menos- como el pilar del programa a partir de la muy buena recaudación de ganancias y el firme recorte del gasto de caja, si es necesario pisando más algunas partidas. Más allá de junio, sin embargo, el horizonte fiscal comienza a nublarse a partir del deterioro que sufrirán algunos instrumentos del kit inicial, por el agotamiento de la estrategia de licuación (hay menos inflación y todo pasa a indexarse o sobre-indexarse) y el paso del tiempo que lleva a demandas por una recuperación de parte del gasto corriente y de capital (salarios, jubilaciones y gastos de capital, cancelación de deudas y restablecimiento de mecanismos “normales” con el resto del mundo). La persistente recesión constituye, por otro lado, un límite para la expectativa de recuperar los ingresos tributarios en términos reales, a falta de nuevas rondas de ajuste impositivo (para arriba) que vendrían con el demorado paquete fiscal.

En segundo lugar, la indefinición del régimen monetario al que se converge en una vagamente anunciada segunda etapa del programa –la dinámica del proceso por el que se pasa de la primera a la segunda etapa está completamente indefinida- reduce las expectativas de una pronta e importante corriente de inversión de largo plazo hacia la Argentina, mas allá de lo que surja por compras de ocasión (incluyendo deuda en dificultades y retirada de empresas extranjeras del país). Sin crédito voluntario –con riesgo superior a 1500bp- y entrada neta limitada o nula de capitales, cualquier pronóstico de un segundo semestre expansivo suena demasiado especulativo. Los movimientos en el tipo de cambio oficial convergen –en este caso, sin muchas dudas- a una sostenida y creciente apreciación del peso. El tipo de cambio real multilateral (último dato 88.5, base 17/12/15) se aproxima a los niveles mínimos que, en los últimos 27 años, convergieron siempre a un rebote brusco, o al menos a una corrección importante. Si bien el resultado fiscal se ha notoriamente corregido frente a esos episodios y ello marca una gran diferencia, la incertidumbre persiste sobre la sostenibilidad del mismo en el mediano plazo. A ello se suman la debilidad en materia de reservas con la proximidad de fuertes vencimientos de deuda, la debilidad de la economía que sugiere que una baja de impuestos significativa quedará para (mucho) más adelante, y la demora en ajustes estructurales, que hacen prever que estaremos “en transición” hacia la segunda fase del programa -de estabilidad y crecimiento- en un futuro que se aleja.

Por de pronto, el objetivo más inmediato de estabilizar con tasas de inflación que no superen el 2% mensual se ve cada vez más lejano (lo que pega a su vez sobre la estrategia cambiaria y la formación de expectativas). Tal como se esperaba –y midió FIEL ya en la Ciudad de Buenos Aires, con 4.8%- la inflación de mayo en todo el país terminará siendo inferior al 5%, pero, también como esperábamos, la de junio seguramente estará por arriba del 5%. Las razones están expuestas en el hecho que el principal factor, aunque no el único, de desaceleración de mayo fue la virtual ausencia de inflación en precios regulados que, entre diciembre y abril, nunca descendió del 18.1% mensual (marzo) y cayó a menos de 3% en mayo (2.4% en mayo en las mediciones de FIEL para CABA). No se pueden barajar varios objetivos simultáneos con un número escaso (inferior) de instrumentos, y los objetivos de equilibrio fiscal, recuperación de reservas, reducción de los pasivos del Banco Central, baja de inflación, boom exportador y recuperación en V no pueden resolverse manipulando tarifas, tipo de cambio y tasa de interés por mucho tiempo.

En efecto, el tiempo de manipulación es limitado. Así como no pueden imponerse retenciones elevadas a las exportaciones y forzar la apreciación del peso y al mismo tiempo pretender tener un boom exportador, no se lograrán salarios reales elevados con controles de cambios que derivan en brechas cambiarias sostenidas y crecientes, ni se logrará un equilibrio fiscal sostenible en el tiempo con parches que condicionan la magnitud de la recuperación. Cristalizar en el tiempo la caída de las jubilaciones (hasta 50% en la última década para quienes cumplieron los requisitos formales) podría ser un objetivo factible de alguien que se propone destruir el sistema de incentivos, pero ello es inconsistente con una estructura de incentivos que ayude a formalizar la economía. También resultan inconsistentes con una economía abierta y competitiva la persistencia de normas y regulaciones que resisten ser revisadas por buena parte de la dirigencia política, incluyendo a la circunstancial oposición que debe asumir su responsabilidad en el deterioro que lleva la economía argentina por décadas. Estamos aquí con niveles de deterioro de ingresos y de pobreza consistentes con las políticas del pasado. Esperemos ver en algún momento el surgimiento más claro de un escenario consistente, sostenible y creíble para lograr la anhelada segunda fase del programa, y no solo esperar el rebote circunstancial.


Juan Luis Bour

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