Alimentos en la Argentina: fortalezas y amenazas

La evolución del sector agroindustrial en la Argentina ha sido sostenida y positiva en los últimos años, contribuyendo a la oferta de alimentos y divisas en el país, aún en el marco de medidas económicas que afectaron su rentabilidad y la posibilidad de una mayor contribución potencial. Para 2022, a pesar de la sequía, los precios internacionales evolucionan al alza y se anticipa otro buen año exportador.  Con todo, la política sectorial podría mantener el nivel de conflicto que ha caracterizado la relación sector-gobierno en los últimos tres años.


El análisis económico del mercado de alimentos en cada país implica la observación de diferentes indicadores según su condición de productor-exportador o importador neto. En el caso de la Argentina, la importancia de la producción agropecuaria y su elaboración industrial le han asegurado un puesto relevante entre los productores internacionales. Nuestro país es el séptimo productor mundial agrícola y el cuarto productor de carne vacuna, también es un importante oferente de otras carnes y pescado. Su gran ventaja para la producción de alimentos le permite proveer su oferta al mundo a la vez que disfruta de un amplio abastecimiento en el mercado local. En este último caso, cabe acotar que el Índice de Prevalencia de la Desnutrición que elabora la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) muestran un promedio mundial de incidencia de la desnutrición cercano al 10% de la población. Como referencia, los países desarrollados tienen índices menores al 2,5%. En el caso argentino, el índice se mueve en un valor en torno del 3% en los últimos 10 años. El índice de la Argentina es muy bajo comparado con el resto de los países en desarrollo, pero muestra una preocupante tendencia creciente en los últimos años, que acompaña la tendencia a una mayor pobreza en nuestro país.

La perspectiva histórica da cuenta de la importancia del sector agroindustrial local y, a la vez, abre interrogantes sobre ´la estrategia de desarrollo de la Argentina. Si se analiza la participación de nuestro país en el comercio mundial para todas las mercancías como un indicador de su inserción internacional, se aprecia que nuestra relevancia se fue reduciendo paulatinamente desde una participación de casi el 2% en la 2da. posguerra al actual 0,3%. En los 80, esa reducida participación fue sostenida, en parte, por el crecimiento de nuestras exportaciones agropecuarias, que lograron mantener una participación en torno del 2% en el comercio agrícola mundial. El comercio agrícola crecía en términos nominales y nuestro país lo acompañaba. Sin embargo, ese crecimiento fue menor que el del resto del comercio y los productos agrícolas fueron perdiendo participación en el total mundial hasta el episodio del súper-ciclo de las commodities a partir de 2005 (ver Gráfico 1). En ese período, el comercio de manufacturas y energía crecía a tasas muy altas a medida que la globalización se generalizaba por la vía del comercio de insumos y, un poco más adelante, por la formación de cadenas de valor. La Argentina participó sólo tangencialmente de esos cambios a través de su industria de insumos básicos y automotriz.  Posteriormente, el comercio agrícola mejoró su participación levemente debido a los mayores precios, pero también a la mayor demanda de alimentos por parte de los países en desarrollo, principalmente China, que fueron los grandes ganadores de la etapa de globalización. En su condición de país en desarrollo, “moverse con el mundo” no le alcanzaba a la Argentina para aumentar su tasa de crecimiento.

Para crecer más, nuestro país hubiera requerido mayores inversiones y, por lo tanto, mayor ahorro. El aporte del sector agroexportador a esa tarea también es significativamente positivo, al menos en condición potencial. Más allá de lo que ocurre con el resto de los sectores y, especialmente, con las finanzas del gobierno (resultados insatisfactorios que se reflejan en el saldo habitualmente negativo de la Cuenta Corriente), los ahorros/inversiones potenciales que podrían ser facilitados por los ingresos netos de las agroexportaciones suelen ser recortados por impuestos al comercio exterior y al patrimonio, control de cambios y brechas cambiarias. También, cada tanto, los controles sobre la comercialización interna hacen su contribución negativa.

Gráfico 1

Fuente:FIEL en base a INDEC e INTRACEN

Teniendo en cuenta estos lineamientos del diagnóstico se repasa, a continuación, el panorama actual del sector agropecuario de nuestro país.

El análisis del comercio exterior agropecuario argentino muestra que el año 2021 fue récord en las toneladas exportadas de productos agrícolas, con 60,3 millones de toneladas. El maíz y el trigo fueron los principales productos embarcados. La agroindustria de la soja también mostró récords de exportaciones en harina (27,9 millones de toneladas) y en aceite (casi 6 millones de toneladas). Las exportaciones de carne vacuna fueron menores en volumen, pero su disminución fue compensada por un alza de precios. El Gráfico 2 muestra la evolución del valor exportado de los productos agroindustriales y su participación en el total exportado. Como puede observarse, el sector fue ganando participación en el total a partir del episodio de altos precios agrícolas internacionales de mediados de los 2000, acompañados por el aumento de sus volúmenes. Entre 1996 y 2021, los valores exportados del agro más que se triplicaron en dólares corrientes.

Gráfico 2

Fuente:FIEL en base a INDEC e INTRACEN

Este récord obedece tanto a razones de oferta como de demanda. En términos de la demanda internacional, la competitividad argentina asegura condiciones permanentes para colocar todos los excedentes a los precios internacionales de cada momento. Entre 2020 y el presente, los efectos de la pandemia, problemas climáticos y una condición inicial de bajos stocks mundiales con respecto al consumo dieron por resultado un aumento de los precios de los principales commodities agropecuarios, replicando en el corto plazo un efecto como el registrado entre 2005 y 2012 (súper-ciclo de commodities). Más recientemente, el preocupante agravamiento del conflicto entre Rusia y Ucrania (exportadores principales de trigo y aceite de girasol) y sus derivaciones internacionales y, los problemas de sequía en países productores (especialmente Brasil) mantienen la presión sobre los precios agrícolas (ver Gráfico 3).

Gráfico 3

Fuente:  FIEL en base a datos FMI

Del lado de la oferta, los productores locales han respondido a los incentivos relativos de los precios internacionales modificando las áreas dedicadas a maíz y soja, a la vez que continuaron incorporando los cambios tecnológicos disponibles que permitieron ampliar el área sembrada total. En la actual campaña 2021/22, el trigo tuvo una producción récord de 22 millones de toneladas mientras que el maíz y la soja, con leves cambios en el área con respecto a la campaña pasada, tendrían una merma en torno al 10% debido a la sequía (Gráfico 4).

Gráfico 4

Fuente: FIEL en base a Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca.

En cuanto a la situación del mercado de carne vacuna, por un lado, la actual sequía e incendios en provincias ganaderas, anticipan una reducción de oferta de mediano plazo. Por el contrario, en el corto plazo las intervenciones de las autoridades en el mercado podrían llevar a una reconsideración de los stocks que podría aumentar la oferta. Hasta el momento, en los últimos dos años primó el uso de la ganadería como reserva de valor en una situación en la que es muy difícil operar en los mercados financieros y se hace necesario salvar las brechas de una producción altamente estacional como es la agropecuaria. El acumulado anual 2021 muestra una faena total de 13 millones de cabezas, con una baja del 9% en relación con el año 2020. Las exportaciones argentinas de carne vacuna acumuladas en 2021 mostraron volúmenes cercanos a las 728 mil toneladas equivalente res con hueso de carne bovina y 77,4 mil toneladas de huesos bovinos por un valor cercano a USD 2.800 millones de dólares (información IPCVA, Instituto de Promoción de la Carne Vacuna).

En síntesis, tanto la producción como las exportaciones agropecuarias han mantenido y mejorado su contribución a la economía local y podrían hacerlo en mucha mayor medida si se dieran las condiciones para mejorar la productividad de áreas marginales, reducir los costos logísticos y ampliar mercados en el mundo.

Frente a este panorama alentador, la situación apremiante de las finanzas públicas ha llevado, nuevamente, a la aplicación de medidas que limitan el camino hacia aún mejores resultados sectoriales. Entre ellas se destacan la continuidad en la aplicación de derechos de exportación (reinstalados en 2002 y vigentes con diferentes modalidades desde entonces) y el control de cambios. En 2020, el Congreso autorizó al gobierno a aumentar los derechos de exportación hasta diciembre de 2021 (Ley 27541). Esta ley autorizó a subir las retenciones para las exportaciones de soja al 33% (valor actual). Para el resto de los productos, el máximo fue del 15% salvo los productos regionales sujetos a un máximo del 5%. Actualmente, el trigo y el maíz tributan un 12% a la vez que las autoridades han ido disminuyendo o eliminando los derechos para productos regionales seleccionados. El art. 52 de la Ley también estableció que la autorización del Congreso caducaba el 31 de diciembre de 2021. En la actualidad, las entidades representantes de los productores han recurrido a la Administración Judicial para lograr la eliminación de estos tributos.

Así, los gobiernos de variados signos políticos han gravado al mayor sector competitivo de la economía con un impuesto altamente distorsivo como los derechos de exportación. Adicionalmente, las actuales autoridades han venido afectando el desarrollo del mercado de alimentos en virtud de su objetivo de mantener el acceso a la “mesa de los argentinos” en un marco macroeconómico de muy alta inflación. Las medidas implementadas y algunas que se han propuesto recientemente son ineficaces para el propósito buscado y particularmente negativas para el desarrollo de las distintas producciones.

Entre ellas se encuentran los controles a las exportaciones de trigo y maíz del año 2021, con el objetivo de asegurar el abastecimiento local, y la intervención en el mercado de aceites comestibles en el que se acordó con los exportadores la constitución de un fideicomiso que financia la oferta a precios más bajos para el consumo. Hacia fin de año pasado, la Resolución 276/2021 del Ministerio de Agricultura estableció que se calcularán y publicarán volúmenes de trigo y maíz de exportación que las autoridades consideren “de equilibrio” para cumplimentar con la demanda interna. También se ha puesto a la discusión la eventual conformación de sendos fideicomisos para los casos de trigo y maíz y se ha extendido la vigencia del fideicomiso de aceites.

En el muy vapuleado mercado de carne vacuna, en el que se vienen aplicando controles sobre las exportaciones desde mediados de 2021, se dieron a conocer al inicio del año un conjunto de medidas que vuelven a incidir sobre su desarrollo. En adelante se liberan en su totalidad las exportaciones vacunas de las categorías D, E (vacas conserva) y toros, así como de huesos con carne resultantes del desposte y se reservan para el mercado interno los cortes populares (asado con o sin hueso, falda, matambre, tapa de asado, nalga, paleta y vacío) hasta el 31 de diciembre de 2023. También se permite la ampliación del Registro de exportadores cárnicos y, como novedad importante, las carnes vacunas destinadas al comercio minorista deben salir de los frigoríficos troceadas en unidades de hasta 32 kg. Los frigoríficos contarán con un plazo de 6 meses para incorporar esta última modalidad, que ha sido ya intentada y postergada en el pasado. En parte por el aumento de precios y, en parte, por cambios en las preferencias de la población, el consumo de carne vacuna se redujo hasta los 47 kilos por habitante por año, pero el consumo total de proteína animal se mantiene en unos 110 kilos (pollo 45 kg y cerdo 18 kg, aproximadamente).

Una de las mayores preocupaciones de las autoridades pasa por la suba en el precio de los alimentos. Según los datos del INDEC, en enero los precios de los alimentos habrían registrado un aumento superior al del nivel general de precios (4,9% vs. 3,9%, respectivamente). Sin embargo, el acumulado de 12 meses a enero de 2022 muestra una coincidencia de aumentos entre los alimentos y el nivel general en una variación del 50%. Debe recordarse, además, que esto ocurre en el marco de precios regulados para productos importantes de la canasta de consumo (tarifas de servicios públicos) que limitan los aumentos del nivel general. De este modo, la paridad de aumentos en el año termina reflejando un comportamiento moderado de los alimentos.

En el mundo también hay preocupación por el aumento de los precios de los alimentos. En el conjunto, el índice de precios de los alimentos de FAO marcó un aumento del 20% anual. Este valor es significativamente mayor que la inflación internacional, estimada en un 4,35% para 2021. Sin embargo, la diferencia fundamental entre el caso internacional y el local es que en el primero se estaría operando un cambio de precios relativos en favor de los alimentos que afectaría seriamente a los países más pobres y sobre todo a aquéllos que importan alimentos. Las tendencias internacionales también marcan más la preocupación por la seguridad alimentaria. Por ejemplo, China está promoviendo el uso de semillas genéticamente modificadas para aumentar sus rindes y reducir su dependencia externa.

En contraste, en el caso local, el aumento del precio de los alimentos ocurre en un marco de aumento generalizado de todos los precios y dada nuestra condición de productores eficientes, las mejoras de productividad que podrían incentivar los precios internacionales altos hacen menos probable una incidencia negativa en el mercado local.

Pese a estos razonamientos, las autoridades han sumado nuevos anuncios como el de la conformación de una empresa nacional de alimentos para frutas y hortalizas que canalizaría la oferta de los pequeños y medianos productores. La experiencia internacional en esta práctica también augura la ineficacia e incidencia negativa de tal iniciativa.

Inicia 2022 y la descripción anterior muestra que el sector agroindustrial volverá a enfrentar un año de potenciales conflictos. La evolución de los mercados internacionales, afectados por la inestabilidad geopolítica, obligará a poner mucha atención en la comercialización. En el mercado local, un mayor esfuerzo de las autoridades por medidas de estabilización de precios más acordes con nuestros problemas macroeconómicos tendría un efecto positivo en el sector.


Marcela Cristini

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